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Generoso Dios

El sol solo se dejó caer con delicadeza sobre las burbujas de vida que hacían aquel frondoso bosque maravilloso. Caminó por la tierra oscura y húmeda y subió por los finos tallos paseándose sobre las grandes hojas tornasoladas de amarillo, llegando finalmente a las celestes y frágiles burbujas, aplicando el necesario calor a los futuros habitantes de aquel nuevo mundo.

Los animales traídos de la tierra de los débiles jugaban entretenidos entre las burbujas, con cuidado de no romper una sola, lo que acarrearía la ira del Generoso Dios de aquel lugar.

En un extremo, el claro río bañando las hileras suavemente y al otro, la mirada calida del Generoso Dios hacia sus pequeñas nuevas creaciones.

La tez era blanca, fina. Los ojos amplios, ámbares, con cierto aire de cansancio, de plenitud, de tranquilidad. Se detuvo frente a una de las ramas y rozo con sus delicados dedos tan largos la capa cristalina de una de las burbujas.

Sonrió con crueldad y la aun pequeña flor que se abría paso entre los sépalos tan tiernos, reventó en mil pedazos.

El suelo se llenó de una sustancia similar a la sangre, derramada de aquel aborto tan especial.

          No merecía pisar mis tierras…

 

Solo murmuro el Generoso Dios y dirigió sus pasos hacia el siguiente débil bebe que mataría…

 

Ariel Demery – Divina Creación

¿Desde cuándo importaba tanto mirar por la ventana? Si estaba claro que la calle continuaría vacía la mirara cuantas veces la mirara, ¿que esparaba encontrar entre las frias luces de neon del viejo Tokio?

¿Podría ser la figura delgada de aquel adolescente? ¿Donde estaba Toshi? ¿En que lugar de aquel inquieto pais? Mirar por la ventana aun era el unico recurso que quedaba vigente en su dolorido corazon.

Hacia tiempo ya que el hueco de su corazon solo sabía ahondarse y, cuando parecia que no podría levantarse mas, se arrodillo sobre sus larguisimas piernas, se detuvo sobre ellas y caminó lentamente hacia el otro lado de la habitación.

Miró como ensimismada la tele unos segundos. No esperaba encontrar nada, ni tampoco lo deseaba. Solamente miró las personas que salian en ella, sonriendo. Aquellos famosos que podían colocar sonrisas en sus rostros perennemente mientras actuaban como falsos muñecos que nos dedicaban esplendorosas historias de amor o historia de fuertes y valerosos guerreros arriesgando vidas…

Agarró desesperada la bufanda y la chaqueta de cuero y se dirigió hacia la estacion, el unico sitio que le regalaba un  poco de libertad.

Deseo que la luna se ocultara y que el sol no saliera nunca mas. Deseo encerrarse en algun ataud tenebroso desde el que nada se ve. Deseo detenerse y no tener que continuar nunca mas…

Pero no se detuvo, sus pasos la guiaron, aquel 12 de diciembre de 1998, hacia una nueva vida, hacia un nuevo destino en el que Toshi ya habia desaparecido…

 

Caminando en Soledad – Rei Nôzawa